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El baile de dólares y la moral

Chencho Alas

He estado leyendo artículos y comentarios en los medios acerca del destape en grande del baile de los dólares bajo el título de corrupción y sobresueldos en las tres últimas administraciones de ARENA. No se trata de robo de miles sino millones. El periódico digital el FARO nos daba la escalofriante cifra de $322,000.000. Desde luego, la corrupción en cualquiera de sus formas es unética, pero creo que debemos ir un poco más allá y preguntarnos si es moral, o sea, si es conforme al principio del bien y del mal según la concepción de la mayoría de las religiones y de la misma ley natural.

Es un dato aceptado que en el fondo de nuestra conciencia hay una luz que nos ilumina y nos dice, si lo que hacemos es bueno o malo. Si es bueno nos sentimos contentos y en paz; si es malo, de inmediato nos acusamos aunque no lo externemos. No solo entre nosotros los humanos se da este gusano de la conciencia. Yo diría que también se manifiesta entre los animales mentalmente mejor desarrollados, como es el caso del perro. Yo he tenido cachorros que han subido a la mesa del comedor y se han llevado un pedazo de carne, después de lo cual se han escondido por miedo al castigo.

La sociedad debidamente organizada se da normas y leyes para protegerse de quienes impunemente tratan de acaparar lo que no les pertenece, ya sea mediante el robo o mediante triquiñuelas, llámense fondos secretos o no asignados al presidente u otras autoridades.

La teología moral basada en la revelación fundamenta lo bueno o malo de nuestro proceder en dos principios o mandamientos: el amor a Dios y el amor al prójimo. Los dos van juntos, no están separados, forman una sola unidad. Si ofendemos al prójimo, ofendemos a Dios y viceversa. La razón de esta unidad estriba en que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Jesús va más lejos cuando nos declara hijos de Dios al enseñarnos la oración del Padre Nuestro. Esa es nuestra dignidad.

Si volvemos, por lo tanto, al tema de la rapiña, de los sobresueldos, nos tenemos que preguntar si moralmente constituyen una aberración moral. Cuando Francisco Flores pidió dinero el año 2001 al entonces presidente de Taiwán a nombre de la gente de Las Colinas que perdió familiares y casas debido al terremoto y no recibió nada de la millonaria donación, sino que fue a parar a las arcas de ARENA, la conducta de Flores y su partido fue un robo. No hay otra palabra para calificar ese hecho. Según Lorena Peña, vicepresidenta de la Asamblea Legislativa, la gente de Las Colinas “sigue viviendo en champas de láminas”. Ella califica ese hecho de “robo” y así es, por eso mismo es una aberración moral o en el lenguaje cristiano un “pecado mortal” que solo se perdona si se devuelve el dinero a los dueños legítimos.

Lo mismo tengo que decir acerca de los sobresueldos. Un empleado del gobierno es contratado por un salario que se le paga de conformidad con su capacidad y experiencia profesional. No es un empleado de una empresa privada que pueda ser que por su excelente rendimiento la directiva o el empresario le reconoce un bono o unos dólares más. Por lo tanto, quienes reciben sobresueldos roban, son ladrones al igual que el marero que extorsiona a la dueña de la tiendita. Quienes hacen los pagos caen en la misma categoría. No son dueños del erario público, solamente son administradores que tienen la obligación de actuar conforme a la ley, llámense presidentes o ministros.

¿Cuántas escuelas, hospitales, carreteras, centros de estudio superior se hubieran podido beneficiar de la inversión de $322,000.000. Probablemente, si se hace una  investigación más profunda, ajustada a la moral, la cantidad es mayor. Los directores de las instituciones del Estado a las que les corresponde llevar a cabo dicha investigación, están obligados a ejecutarla, de lo contrario, por omisión, también son ladrones de corbata y con carro.

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