América nuestra casa.

JAIME VELÁZQUEZ.

Varios países publicaron los libros del cubano Alejo Carpentier, quien nació en JAIME Suiza (1904), vivió en Cuba y Venezuela, y murió en Francia (1980).

Carpentier escribió varios ensayos de obligada lectura: La ciudad de las columnas y De lo real maravilloso americano, son dos de ellos. Se encuentran, quizá por primera vez en libro, en “Tientos y diferencias” (1964), en una colección dirigida por el poeta Jaime García Terrés, mil ejemplares impresos por la Imprenta Universitaria (UNAM), dirigida por otro poeta, Rubén Bonifaz Nuño. En 1984 encabezaron el libro “Ensayos”, de Editorial Letras Cubanas. Más tarde, otros ensayos de Carpentier fueron publicados en “Visión de América” (1999), por Losada Océano en España.

En 1983, Siglo XXI Editores inició la publicación en nueve volúmenes de las obras completas de Carpentier. El número 7 correspondió a los ensayos y los 8 y 9 a las crónicas.

Fue México un país que puso especial interés en publicar las novelas de Carpentier. Los tres mil ejemplares de “Los pasos perdidos”, escrita en Caracas en 1953, de la Compañía General de Ediciones, fueron impresos en 1959. Y en mayo de 1974 Siglo XXI Editores dio a conocer, con ocho mil ejemplares, “El recurso del método”, y al final de ese año, “Concierto barroco”, con la nota:

“Este libro se terminó de imprimir el día 4 de noviembre de 1974 con motivo del setenta aniversario del nacimiento del autor […] se tiraron 6,500 ejemplares.”

Siguió otro gran acontecimiento editorial, “La consagración de la primavera”, en 1978, cinco mil ejemplares. Entonces el editor celebró que “los libros de Alejo Carpentier han sido traducidos a 23 idiomas, incluyendo el japonés (“Concierto barroco”) y el vietnamita (“El recurso del método”). Ha ganado los siguientes premios internacionales de literatura: el Cino del Duca (1975), el Alfonso Reyes (1975), el Miguel de Cervantes (1977). “El recurso del método” ha sido llevado a la pantalla en coproducción mexicano-cubano-francesa bajo la dirección de Miguel Littin”.

Y uno más, “El arpa y la sombra”, en 1979, con un tiraje de cinco mil ejemplares.

La nota de la contraportada anunciaba: el “proceso increíble que fue el intento de canonizar al Almirante de la Mar Océana, Cristóbal Colón, y por el otro, a través de un monólogo alucinante, vital, las confesiones del marino genovés en el lecho de muerte. Las elucubraciones de papas y abogados del diablo prestan el contrapunto final que habrá de marcar para siempre la vida en el más allá del descubridor de América”.

Todo el tiempo es tiempo de releer a los autores clásicos. Me pregunto cuándo es tiempo de dejar de releerlos. Agrego aquí un fragmento de una carta que Carpentier le dirigió a Alejandro García Caturla, en 1927:

“Decía que estoy obsesionado por ideas de sketchs y ballets vernáculos. Y pensando en escenas sugerentes, he hallado una que se presta a hacer un admirable boceto sinfónico, tiene ironía y color, dos condiciones imprescindibles en una obra moderna. Se trata de describir musicalmente uno de los acontecimientos capitales de la vida provinciana en Cuba: ha llegado el circo”.

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