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Conmemoran el 37 aniversario de la masacre Las Aradas en Chalatenango. Foto Diario Co Latino.

37 años y Chalatenango se niega a olvidar

Alyson Hernández
Luis Ponce
@DiarioCoLatino

El primer rayo de sol de la mañana del 13 de mayo, en San José Las Flores, municipio de Chalatenango, es el testigo del centenar de personas que emprenden su camino hacia el caserío Las Aradas. Por supuesto no es el único lugar de donde se inicia la larga caminata. Ojos de agua, Las Vueltas y Arcatao, también municipios del departamento, son el principio de la conmemoración que se hace cada año por la masacre del Sumpul.

Son las 7 de la mañana y es tan solo la mitad del camino. Una vereda es la que guía a la meta. Piedras, quebradas, charcos y algunas partes lodo es lo que hay que atravesar para continuar. Algunas subidas y otras bajadas que al no poseer experiencia sería muy sencillo perder el equilibrio.

Después de dos horas hay planicie y aún quedan unos 10 minutos para caminar. Al llegar al sitio de la masacre se encuentra a las personas que llegaron desde un día antes y a las que con los años han ganado experiencia y llegan más rápido.

Hay una mesa mayor que es donde se celebrará la eucaristía. Se empieza a oír el canto de algunos que participan compartiendo su talento: “Sumpul, ¿por qué no has vuelto a cantar Sumpul? Decime pa’ que no vuelva a pasar, Sumpul” más los que acompañan al artista con su voz.

Osvaldo Escobar, obispo de la diócesis de Chalatenango, participó en la conmemoración. En este tipo de celebraciones es muy raro que la iglesia jerárquica se involucre, sin embargo, esta vez fue la excepción. “Cuando era niño oía de las matanzas pero nunca había tenido la oportunidad de estar aquí. He venido para acompañar a este pueblo, para solidarizarnos con el sufrimiento de tantos hermanos nuestros. Fue un horror todo esto, ninguna razón es justificación para el asesinato de más de 600 personas sin armas”, mencionó.

Al cuestionar a Monseñor Escobar sobre su participación recalcó que aunque respeta el criterio de Monseñor Morao, anterior obispo de la diócesis, quien en una ocasión mencionó que había que dejar de gritar “vivan los mártires”, quiso ir hasta el caserío Las Aradas para recordar a los mártires, no se puede echar al olvido el sufrimiento de estas personas, no con un sentimiento de venganza sino de solidaridad y de respeto por la memoria.

Poco a poco se siguen sumando personas, unas a pie y otras en sus caballos. La conmemoración de este año es también un llamado a respetar la vida a través de la protección de la naturaleza.

Amablemente se empiezan a saludar unos con otros y a convidar algunos alimentos que han traído para desayunar. Mientras que los encargados de la organización dan los toques finales para iniciar la misa. Este año, antes de iniciar, se hace una pequeña representación de cómo fue la masacre. Esto a cargo del grupo de teatro de Guarjila.

Da inicio la misa. Los cantos son la esencia pura de las misas populares, salvadoreña y nicaragüense. Presidida por el obispo Osvaldo Escobar y concelebrada por una decena de sacerdotes de la zona.

El sacerdote Rutilio Sánchez reconoció el ánimo con el que muchos jóvenes de las parroquias y comunidades cercanas se unen a esta conmemoración. “Esto es bonito porque nosotros los mayores ya podemos sentirnos con alguna seguridad de que alguien va a proseguir nuestra obra”.

La masacre de Las Aradas fue perpetrada el 14 de mayo, y los días posteriores, en el caserío del mismo nombre, cantón Yurique, del municipio de Ojos de Agua, en Chalatenango. Fueron alrededor de 600 personas las que murieron asesinadas por el ejército salvadoreño, con la colaboración del ejército hondureño. Esta fue la primera gran masacre contra civiles inocentes cometida por el Estado salvadoreño a inicios del conflicto armado.

Después de la celebración todos se despiden y se disponen a iniciar el retorno a sus comunidades. Con una felicidad notable por haber participado un año más, algunos por primera vez, en la conmemoración de la masacre del Sumpul.

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